Ser feliz, una responsable decisión

Alguien me preguntó esta semana: ¿Qué nos quita la felicidad después de haberla hallado?. Mi respuesta es: nada. Pero esta persona realmente siente que su felicidad se le fue. Entonces creo que está mal formulada la pregunta, porque en la pregunta misma está claro que no ha hallado su felicidad; primero porque la felicidad no se halla, sino que se construye; segundo porque una vez se construye no hay quien nos la quite.

Querer encontrar la belleza en cada día no es suficiente para ser feliz, eso puede ser más un resultado de la felicidad. Sólo cuando uno logra construir felicidad es capaz de ver belleza donde aparentemente no la hay. Para aprender a vivir cada día, debemos realmente entender que la vida es hoy, no basta con decirlo. Entenderlo es el resultado de un proceso largo, a veces doloroso porque implica renuncias, y de trabajo constante para aumentar todos los días un poquito, casi imperceptible, la conciencia sobre el ser y el rol que se quiere desempeñar en la vida.

El ser humano supera las decepciones y las caídas más o menos fácil en la medida en que es capaz de aceptarlas y observarlas desde una perspectiva tranquila, que también se construye, y mientras sea capaz de adaptarse a los cambios de la vida: sabiendo hacerle duelo a cada situación o relación que se acaba, a cada persona que se va, a cada sentimiento que dejamos de sentir, por ejemplo. A esto se le llama Resiliencia, y también se construye. 

La vida pocas veces es como queremos que sea, y lo más común es que no lo aceptemos. No nos gusta la realidad porque a veces va en contravía de nuestros sueños, deseos y anhelos más profundos, y es ahí cuando nos apegamos a cualquier objeto externo (situación, cosa, persona, relación, etc.) que nos brinde el bienestar que no encontramos en la vida real, en la que estamos solos pero en la que estamos vivos; y convertimos este objeto en nuestro motor para vivir. Lamentablemente su existencia no depende totalmente de nosotros y puede irse, llevándose consigo eso que considerábamos nuestra felicidad.

El ser humano siempre está buscando respuestas, y a veces no las hay. A veces es necesario aceptar la incertidumbre para poder vivir. Incluso es esa incertidumbre la que nos permite disfrutar cada momento. No hay nada más rico que dejarse sorprender por la vida, dejar que nos gane, y vivirla plenamente, dejándonos invadir por la alegría que nos brinda un momento, y abrazar por el dolor que nos causa otro. Y en ese proceso de construir, que debe hacerse primero de manera individual para no derrumbarse cuando lo que construyamos con otra persona se desvanezca, es cuando nos liberamos de todo aquello que nos impide ser auténticos. Y paradójicamente es posible que esa autenticidad venga con algunas respuestas. 

Supongo que se preguntan lo mismo que me preguntaba yo hace unos años: ¿Cómo?, ¿cómo hago para vivir bien? ¿cómo hago para estar tranquila? ¿cómo hago para que mi felicidad sea mía y no dependa de nada ni de nadie?. Y lamento decirles que no tengo una respuesta para esto, porque la construcción es tan personal, tan íntima, que no aplica sino para una vida, probablemente también para un solo momento histórico. Más adelante puedo encontrarme en una situación que me vuelva a sacudir y me vea en la obligación de construirme nuevamente, de reinventarme. Al menos ya sé que está en mis manos, aunque no sea fácil. 

El proceso de construcción personal nunca termina, y sólo puede hacerlo uno mismo. Está en manos de cada uno descubrir el camino del cómo y tomar la decisión de recorrerlo. Lo único que hay que tener siempre presente es que una responsabilidad con uno mismo es inaplazable.

Alicia

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