Aunque no
seamos conscientes de ello, culturalmente nos han educado para creer que las
cosas que no están de acuerdo con lo que queremos, son culpa de alguien o de
algo externo a nosotros. Si el país está mal es culpa de los políticos, si en
el trabajo no nos va bien es culpa del jefe, si no estamos contentos es culpa
de nuestra pareja o del dinero; en fin, todo el tiempo estamos justificando los
malestares en otras cosas, situaciones y personas, tomándonos como seres que no
podemos hacer nada más que asumir una actitud pasiva frente al suceso y esperar
que Dios u otra persona haga algo por nosotros.
El momento más
valioso de mi vida, y por ende lo denomino mi despertar, fue cuando realmente
comprendí que yo era la responsable de todos los malestares emocionales que
había experimentado. Llevaba muchos años culpando a los demás; era lo que
mi cerebro automáticamente elegía pensar, pues era mucho más fácil hacerme la
víctima que asumir plena responsabilidad de las decisiones que tomaba.
Haciendo una
analogía con los computadores, desde pequeños nos instalan un programa que
conduce a que utilicemos la lástima como recurso para el logro de lo que
deseamos. Como no tenemos ningún otro programa, y ése nos ha funcionado, ante
cada dificultad el mismo programa se activa. A medida que crecemos, las
situaciones de aprendizaje se incrementan para evidenciar que debemos instalar
nuevos programas, nuevos hábitos mentales que nos permitan evolucionar puntos
de vista, sobrepasar miedos, y así, ante un abanico más amplio de opciones, el
cerebro pueda hacer elecciones que brinden un mayor bienestar.
Estos nuevos
programas ofrecen un cambio fundamental frente a la antigua programación, pues
nos permiten entender que más allá del maltrato físico, en el que el dolor
experimentado depende de la conducta agresiva del maltratador, nadie puede hacernos daño, absolutamente
nadie. El sufrimiento emocional no es resultado de una situación externa a
nosotros, sino de la interpretación negativa que hacemos del hecho en sí.
La mente funciona
de la siguiente manera: ocurre un hecho - se genera una interpretación – se
activa una emoción o sentimiento – se identifica un culpable - se actúa o
reacciona.
Lo que la
mayoría de los humanos hacemos es conectarnos intensamente con las emociones y
pasarnos la vida buscando culpables. Sin embargo, con eso nunca atacamos la
causa del problema; por el contrario, lo prolongamos. El real problema
siempre es la interpretación que hacemos de los hechos y no el hecho en sí, ni
el sentimiento, ni el culpable. Un ejemplo claro que demuestra esto es la
diferencia entre cómo ven en la India una vaca y cómo la vemos en Occidente. Es la misma vaca, pero la interpretación es
diferente.
Generalmente no somos conscientes de que la forma como interpretamos nuestras vivencias no varía constantemente. De los 0 a los 7 años creamos nuestra personalidad, y
según el tipo de personalidad que desarrollemos, nos ponemos un lente con el
que siempre vemos la vida. Es decir, que todos los hechos los juzgamos de la
misma forma, con los mismos miedos de fondo. De ahí la importancia del
autoconocimiento para hacer consciente cuál es el lente con el que leemos la vida y, a la vez, decidir aumentar el espectro de
comprensión viendo matices que antes no queríamos ver.
En esto
consiste entonces la inteligencia emocional: cambiar el observador ante una
situación que nos genere malestar. Entender que tenemos la
posibilidad de ver cada situación como un infierno o como una oportunidad de vivir una experiencia enriquecedora, y que depende de nosotros cómo
la queramos ver. De esta forma, si
alguien nos hace daño es porque le hemos dado el poder de hacerlo, pues tenemos múltiples
posibilidades de lectura de la situación y hemos optado por elegir y aferrarnos a
la que causa dolor. Es decir, que hemos preferido ser víctimas de nosotros mismos, de nuestra propia mente.
Es importante
resaltar que no es que desaparezca el dolor ni el placer. Se trata de dejar las
excusas, aceptar la responsabilidad que tenemos respecto al placer o al dolor, hacer consciente por qué la situación nos despierta esas sensaciones y, en el caso del dolor, decidir conscientemente verlo con otros ojos para que
ese dolor no se vuelva sufrimiento.
Alguien me dijo que era utópico no afectarse por las cosas que las personas
hacen. Por experiencia les digo que realmente
no lo es. Es sólo cuestión de práctica. Si bien no podemos hacer nada para
evitar que los demás hagan cosas que estén en desacuerdo con lo que queremos, sí
está en nosotros la responsabilidad de saber cómo manejamos el problema. Cuando
el cerebro se da cuenta que puede hacer cosas diferentes y que le trae mejores
resultados, fortalece esas nuevas sinapsis y esto empieza a volverse hábito.
Dejar de tener
una actitud pasiva o reactiva frente a los malestares emocionales para adoptar
una actitud activa, permite vernos como creadores de nuestra felicidad. “Matar”
a la víctima que llevamos dentro es la clave para sanar rabias internas, darnos
cuenta de la capacidad creadora que tenemos y retomar el control de
nuestra vida.
Ejercicio recomendado:
Oírnos ¿Cuántas veces al día adoptamos el papel de víctima?
Una pulsera puede servir para tomar conciencia de ello. Cada vez que te hagas la víctima, respira profundo, cámbiate la pulsera de mano, toma conciencia de la responsabilidad frente al hecho y cambia el observador de la situación.
Oírnos ¿Cuántas veces al día adoptamos el papel de víctima?
Una pulsera puede servir para tomar conciencia de ello. Cada vez que te hagas la víctima, respira profundo, cámbiate la pulsera de mano, toma conciencia de la responsabilidad frente al hecho y cambia el observador de la situación.
Sara
Hola Sara, has tocado un punto muy importante en el problema generalizado de ésta sociedad, la inmadurez emocional y la ignorancia de los paradigmas (y cómo nos rigen). A mis estudiantes justamente trato de mostrarles ésto de lo que tu hablas, lastimosamente el camino de la madurez es personal, sólo cada quien decide crecer o no, pero además casi nunca tienen este conocimiento para apoyarse e iniciar el proceso por ellos mismos. Por esto, me parece tan importante lo que escribes, se que nace de tu proceso real de crecimiento y consciencia, éstas contribuyendo enormemente al crecimiento de muchos. Muchas gracias.
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