Cuando un ser humano experimenta un evento traumático, tanto
él, quienes lo rodean y los expertos que siguen los modelos psicológicos
tradicionales, centran la atención en sus debilidades y en las variables y los
efectos negativos de la experiencia vivida, convirtiendo a esta persona en una
víctima de las circunstancias quien probablemente desarrollará alguna conducta
patológica, consecuencia normal y “funcional” de cualquier suceso traumático.
Según esta afirmación, si una persona no está sufriendo después de experimentar
una pérdida, por ejemplo, es porque está haciendo una negación, está evadiendo
o hay latente una posible conducta patológica.
Asumir que una experiencia traumática siempre trae como
consecuencia un grave daño, y que un daño es evidencia de que la persona ha
vivido un trauma, es peligroso porque invalida al ser humano limitándolo a la
victimización y negándole la posibilidad de beneficiarse de tal experiencia. La
realidad muestra que la mayoría de la gente que sufre una pérdida irreparable
no se deprime, que las reacciones intensas de duelo y sufrimiento no son
inevitables y que su ausencia no significa necesariamente que exista o vaya a
existir un trastorno. Existe una insospechada fortaleza humana que le permite a
las personas resistir una experiencia dolorosa, adaptarse a circunstancias adversas
y encontrarle sentido incluso a las catástrofes más terribles.
La Psicología Positiva propone un modelo más optimista,
desde el cual la persona que vive el trauma, considerada activa y fuerte, es
naturalmente capaz de resistir y rehacerse a pesar de las adversidades si se
enfoca en sus fortalezas y virtudes. Este punto de vista, más saludable, emplea
métodos positivos de prevención e intervención, enfocándose en las habilidades
naturales de los individuos para afrontar, resistir e incluso aprender y crecer
en las situaciones más hostiles.
Ante una experiencia traumática, el ser humano puede reaccionar
de diferentes formas:
1) Trastorno de estrés postraumático: considerado normal por
un período de tiempo corto después del evento traumático, pero que debe
desaparecer con el tiempo para que la persona recupere su funcionalidad; si no
desaparece se desarrolla un trastorno más grave.
2) Trastorno retardado: reacción patológica, poco frecuente,
que se manifiesta como respuesta a un evento traumático que se ha vivido mucho
tiempo atrás.
3) Recuperación: proceso natural que, a pesar de la
presencia de algunos síntomas considerados normales después de vivir un trauma,
no conlleva a ningún tipo de trastorno.
4) Resiliencia: es una respuesta adaptativa frente a una
situación adversa que le permite a la persona resistir un evento traumático,
rehacerse del mismo y mantener un equilibrio que no afecte su funcionalidad ni
su relación con el entorno a pesar del dolor experimentado.
5) Florecimiento o crecimiento postraumático: se refiere a
la posibilidad de aprender y crecer a partir de experiencias traumáticas. Recuperarse
del trauma es considerado un proceso de lucha que se debe emprender para poder
sobrevivir emocionalmente y adaptarse de manera positiva a los cambios
inevitables de un evento adverso.
Resiliencia y Florecimiento
en la prevención de trastornos
y la Intervención de
experiencias traumáticas
Una persona herida no está condenada al fracaso emocional
o a una desintegración psicológica. Aunque no se puede negar que las personas
que viven una experiencia traumática son invadidas por emociones negativas (tristeza,
ira, culpa, etc.), esto no significa que sean incapaces de experimentar
emociones positivas (gratitud, amor, interés, etc.). Culturalmente la idea de
experimentar alguna emoción positiva después de una circunstancia adversa
produce una sensación de culpa porque existe la suposición de que después de un
suceso doloroso hay que estar triste. Además se considera de poca utilidad y
poco saludable sentirse bien después de un evento que “naturalmente” implica
que debemos sentirnos mal. Desde el enfoque positivo de la psicología, las
emociones positivas y las negativas coexisten en cualquier circunstancia,
pudiendo las primeras ayudar a reducir los niveles de estrés, angustia y
aflicción experimentados después sucesos dolorosos, y aumentar la vivencia de
experiencias positivas que ayudan a la rápida recuperación y refuerzan los
recursos de afrontamiento minimizando el riesgo de depresión.
Una persona resiliente es capaz de: seguir proyectándose
en el futuro a pesar de experimentar situaciones que la desestabilicen
emocionalmente; obtener beneficios y ser mejor persona después de una
experiencia traumática; y mantener un equilibrio emocional y comportamental
durante el proceso de trauma y recuperación. La resiliencia es una capacidad
natural que se desarrolla según las circunstancias vividas, no se es más o menos
resiliente, es un proceso que se vive de acuerdo al entorno psicosocial del
individuo y a la evolución de éste dentro de su contexto histórico, que depende
de muchas variables externas e individuales y que puede ser promovida por
diferentes factores. Es dinámica, no es una habilidad que se adquiere para
siempre, debe darse cada vez que se presenta una condición difícil, y no se
repite de la misma forma. Hay características personales y entornos más
saludables que favorecen las respuestas resilientes (seguridad en uno mismo y
en la propia capacidad de afrontamiento, apoyo social, ambiente seguro, tener
un propósito significativo en la vida, creer que uno puede influir en el mundo y
que se puede aprender de cualquier experiencia, etc.).
Las emociones positivas funcionan como factores
protectores porque disminuyen el riesgo de depresión e impulsan al sujeto a
mantenerse funcional en cualquier circunstancia. El optimismo, el entusiasmo,
la curiosidad y el interés por nuevas experiencias, el humor, la exploración
creativa y el pensamiento optimista disminuyen el efecto de las emociones
negativas impidiendo que éstas se conviertan en estados emocionales permanentes.
Las personas resilientes hacen uso de su emocionalidad positiva para
enfrentarse de forma adaptativa a situaciones adversas y, recíprocamente, la
resiliencia hace que aumente esta emocionalidad positiva.
Más allá de la resiliencia y la capacidad de mantenerse
estable mientras pasa un proceso doloroso, existe la capacidad de generar un
cambio positivo después de un suceso traumático. Que una experiencia traumática
lleve a una persona a encontrarse en una situación mejor a la que precede al
trauma, implica una capacidad de superación personal estudiada por la
Psicología Humanista que concibe al ser humano como un ser capaz de transformar
la experiencia traumática en aprendizaje y crecimiento personal. Se habla
entonces de crecimiento postraumático porque sucede un cambio positivo como
resultado de un proceso de lucha que se emprende a partir de vivir un suceso
traumático. Este crecimiento no es universal, depende de cada persona, de cada
situación y de cada posible interpretación de los hechos sucedidos, y puede
darse de diferentes formas:
1) Cambios positivos en uno mismo: aumento en la confianza
en uno mismo y en la capacidad de enfrentarse a cualquier situación.
2) Cambios positivos en las relaciones interpersonales: percepción
positiva de la unión y la cercanía con otros y la fortaleza de las relaciones;
aumento de la compasión y la empatía hacia otras personas y promoción de
conductas de ayuda.
3) Cambios positivos en la espiritualidad: la forma de ver
el mundo cambia, la escala de valores cambia y se empiezan a apreciar cosas que
antes no representaban valor. Se amplía el autoconocimiento y la conciencia
sobre la vida.
La ausencia de emociones negativas no garantiza el
crecimiento postraumático porque sin éstas el individuo no se ve en la tarea de
emprender una lucha por mantener un equilibrio, volviéndose entonces necesaria
la presencia de emociones negativas para que se pueda dar un cambio positivo. De
igual forma, la experiencia de crecimiento no elimina el dolor ni el
sufrimiento, éstos coexisten con las emociones y los cambios positivos. Buscar
un beneficio después de sufrir un trauma es una estrategia resiliente que ayuda
a la persona a recuperarse más fácilmente y a no perder el sentido de vida. Si
una persona se siente mejor ser humano después de una experiencia traumática,
el dolor disminuye y se facilita la aceptación y la adaptación a los nuevos
cambios. Sin un significado positivo, la experiencia traumática puede ser
devastadora.
Como estrategias de prevención es necesario enseñarle al
sujeto a que busque aumentar su afectividad positiva por medio de experiencias
y pensamientos que le produzcan emociones positivas. No se puede saber cómo va
a reaccionar un ser humano cuando viva un suceso adverso, pero si éste ha
logrado construir una conciencia sobre la posibilidad no sólo de salir ileso de
un evento traumático sino además de aprender de éste y convertirse en una mejor
persona, puede ser más positivo el resultado. El crecimiento postraumático
depende del propio sujeto.
En la intervención de una experiencia traumática, cuando
ya se sabe cuál es la reacción del sujeto, se le puede brindar a éste un
acompañamiento para que él mismo descubra cómo puede ver el evento de una forma
más saludable y sacar provecho de éste, y para que desarrolle las herramientas
necesarias para la construcción de un significado positivo. No se debe
presionar a la persona a que encuentre sentido a lo que vivió o a que
experimente emociones positivas, hay que tener claro que no todos los ser
humanos contamos con la habilidad de crecer después de sufrir, y la presión
puede empeorar la situación aumentando la emocionalidad negativa por la
aparición de sentimientos de frustración y desesperanza al no tener la
capacidad de hacerlo. Sin embargo, algunos sí podrán hacerlo, y saber esto debe
ser suficiente para emprender el proceso de acompañamiento. Todavía no se sabe por qué algunas personas cuentan con esa
habilidad y otras no, ni se sabe cómo la Psicología podría enseñarla, pero la
necesidad es incuestionable.
Una experiencia traumática, sin ignorar el dolor y el
horror que puede generar, debe verse como una oportunidad de reconstruir la
percepción que se tiene del mundo y el sistema de valores, siendo esta
reconstrucción a su vez una oportunidad para convertirse en un mejor ser
humano.
La Pájara Zumbambica
Bibliografía
-
Papeles del
Psicólogo: PSICOLOGÍA POSITIVA: OPTIMISMO,
CREATIVIDAD, HUMOR, ADAPTABILIDAD AL ESTRÉS (LA INVESTIGACIÓN SOBRE LOS EFECTOS DE LAS
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psicólogos. VOL. 27 – 2006 (ENERO – ABRIL).
-
Raúl Carretero Bermejo.
RESILIENCIA. UNA VISIÓN POSITIVA PARA LA PREVENCIÓN E INTERVENCIÓN DESDE LOS
SERVICIOS SOCIALES. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas |
27 (2010.3).
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